López Rodríguez Yuliana Ivette
Geopolítica y Comunicación
30 de marzo de 2009
CAPÍTULO 10
IDENTIDADES NACINALES Y MUNDIALES Y EL SISTEMA INTERESTATAL
Immanuel Wallerstein, comienza el capítulo afirmando que hay una tensión de los movimientos antisitémicos, es decir, la tirantez es entre nacionalismo e internacionalismo, y ésto es una característico del desarrollo capitalista, además de que tiene su origen en la “antimonía que nace de la existencia de múltiples estados dentro de los limites de una única división social del trabajo, la economía mundial.”[1]
Una característica fundamental del sistema mundial contemporáneo, cuyos orígenes vienen desde el Siglo XVI en Europa, ha radicado en la predisposición hacia la metamorfosis del estado en su aspecto político básicamente.
El capital y su reserva ha evolucionado sobre la plataforma de la división del trabajo, por otra parte los movimientos políticos en el régimen se han descaminado hacia el nación-Estado.
Los estados dominicales de la esfera económica se han visto afectados por los tabúes que su propia objetividad imputaba en un gobierno internacional. Una derivación ha sido que ningún estado, ha gozado de liberación pública, para transformar a su monomanía las relaciones dentro de sus límites, las pujanzas antisistémica fecundadas por la maniobra del sumario de acopio general en un experimento por propagas de su realidad, han deseado partir del estado y abarcar el nivel global.
Cabe mencionar que los gobiernos toman diferentes características en base a su desplazamiento de arbitraje en el mercado.
Así el “equilibrio de poder” manifiesta las conciernas entre Estados céntricos en desafío, así figuran contiguos de arqueos que están al tanto del precepto que ningún estado de importancia carga sobre los demás.
Sin embargo, tanto “el nacionalismo como el internacionalismo han sido frutos de las tendencias históricas del desarrollo capitalista”[2] y éstos han aprovechado para proponer apoyo a los ecuánimes de quienes exteriorizan el poder en este régimen.
Por otra parte, el sentido de paralelismo que han proseguido éstas corrientes filosóficas no han sido un requerimiento previo ineludible, sino en consecuencia de las prenses sensatas, por parte de las potencias políticas que ocupan perspectivas compendias y azotan ecuánimes concretos dentro del desarrollo, del sistema internacional.
Por ello todos los estados son universos del mundo flamante, aun cuando algunos alcanzaran reclamar afinadamente el vínculo formativo con formas políticas premodernas, por ello el procedimiento interestatal es la superestructura política de la riqueza mundial capitalista, y compone un proyecto deliberado del mundo innovador.
La propagación de la percepción “nación-Estado” ha tenido la consecuencia de agrupar las disputas ideológicas y habilidades creadas por el perfeccionamiento capitalista del Estado, que se ha transformado en el principal objeto de interés y disputa.
Una de las pretensiones recalcadas ha sido el fortalecimiento de la ostentación del Estado. Y las reivindicaciones del universalismo ha girado en torno a la derogación del Estado.
Para contextualizar es recomendable recordar que Lennin sostenía lo siguiente:
El nacionalismo burgués y el internacionalismo proletario éstos son los dos lemas hostiles e irreconciliables que corresponden a los dos grandes bandos de clase del mundo capitalista, y expresan pospolíticas (más aún, dos concepciones del mundo) a propósito de la cuestión nacional.[3]
El ecuánime dentro del socialismo no reside solamente en poner una segmentación de la compasión en las insignificancias del estado y de las potencias en modo alguno, no reside solamente en avecinar a los países, sino en componerlas.
Dando un panorama del nacionalismo surgió en primicia como contestación al imperialismo generalizado de la potencia revolucionaria en Francia, y luego como respuesta a la reacción ordenada personificada por los convenios que el Congreso de Viena lanzamiento a la Europa postnapoleómica.
El nacionalismo no fue, por separado, la forma de la franquicia de movilización social, porque durante el siglo XIX igualmente asistió a la incidencia de un pensamiento “internacionalista” de clase obrera.
Cabe recordar que los llamados colonialismos de la primera época eran en de índole expresiva en la población en área con un paralelismo de localidad baja en las que la localidad indígena fue mayoritariamente excluida.
Las formas políticas de las extensiones coloniales del siglo XIX adoptaron un cariz bastante distinto, pues consistía más en la extensión simple, directa y conectiva del Estado europea que limitaba a imponerse en los territorios “extranjeros”.
En el reino de las ideas y la ideología, el internacionalismo de las fuerzas caminantes adoptó la faceta del positivismo, cuyo, “culto a los hechos” presuponía no solo una visión muy segmentada de la realidad social sino también una enorme confianza en que las leyes universales del comportamiento o social eran cognoscibles, y que conocerlas era el objeto principal de la investigación social.
Las innovaciones del sistema interestatal admitieron sólo una envoltura de un agregado más amplio de evoluciones históricas que se provocaron en la economía mundial capitalista.
El rubro de las ventajas históricas de este período afilió sentidos contrarios. Por un lado involucraba el intento de transformar un aparato político supranacional que se tradujera en una limitación de las autoridades del Estado, por el otro, la crecimiento de las reclamaciones nacionalistas y del principio de autonomía nacional.
La apertura de la guerra entre las grandes fuerzas en 1939 conjeturó el último de una serie de frustraciones por parte de la Sociedad de Naciones y marcó su dispersión definitiva.
La jerarquía se ha sostenido, en situación distinta. Los dispositivos coloniales juiciosos se suplantaron por otros de carácter voluble, lo que a su vez conjeturó el espectro de nuevos contornos y caracteres de disputa.
“El patrón histórico del desarrollo capitalista ha resultado en la difusión de la nación-Estado como unidad característica de organización política dentro de la economía mundial capitalista, así como la ampliación geográfica progresiva y la elaboración institucional de su sistema interestatal que opera para limitar la libertad de acción de los estados que lo constituyen”.[4]
Hasta que punto se mantiene en modelos de comparación suplementarios y semejantes que operan en términos de la división del trabajo y su correlato político: el sistema interestatal.
Se puede concluir que desde un punto de vista histórico se desengancharía que el nacionalismo como pensamiento, y el significado general en los requerimientos locales y formativos se han nutrido particularmente de las continuas concentraciones de altercados que han poseído lugares en las áreas adyacentes de la economía internacional. Asimismo, las pretensiones dentro de las corporaciones han sido más agudas entre las burocracias dominantes de los Estados centrales.
BIBLIOGRAFÍA:
Immanuel Wallerstein, Geopolitica y Geocultura. Ensayos sobre el moderno sistema mundial., Kairós, Barcelona, 2007. Pág. 193-217.
[1] Immanuel Wallerstein, Geopolitica y Geocultura. Ensayos sobre el moderno sistema mundial., Kairós, Barcelona, 2007. Pág.194
[2] Immanuel Wallerstein, Geopolitica y Geocultura. Ensayos sobre el moderno sistema mundial., Kairós, Barcelona, 2007. Pág.196
[3] Immanuel Wallerstein, Geopolitica y Geocultura. Ensayos sobre el moderno sistema mundial., Kairós, Barcelona, 2007. Pág.197
[4] Immanuel Wallerstein, Geopolitica y Geocultura. Ensayos sobre el moderno sistema mundial., Kairós, Barcelona, 2007. Pág. 212-213
Geopolítica y Comunicación
30 de marzo de 2009
CAPÍTULO 10
IDENTIDADES NACINALES Y MUNDIALES Y EL SISTEMA INTERESTATAL
Immanuel Wallerstein, comienza el capítulo afirmando que hay una tensión de los movimientos antisitémicos, es decir, la tirantez es entre nacionalismo e internacionalismo, y ésto es una característico del desarrollo capitalista, además de que tiene su origen en la “antimonía que nace de la existencia de múltiples estados dentro de los limites de una única división social del trabajo, la economía mundial.”[1]
Una característica fundamental del sistema mundial contemporáneo, cuyos orígenes vienen desde el Siglo XVI en Europa, ha radicado en la predisposición hacia la metamorfosis del estado en su aspecto político básicamente.
El capital y su reserva ha evolucionado sobre la plataforma de la división del trabajo, por otra parte los movimientos políticos en el régimen se han descaminado hacia el nación-Estado.
Los estados dominicales de la esfera económica se han visto afectados por los tabúes que su propia objetividad imputaba en un gobierno internacional. Una derivación ha sido que ningún estado, ha gozado de liberación pública, para transformar a su monomanía las relaciones dentro de sus límites, las pujanzas antisistémica fecundadas por la maniobra del sumario de acopio general en un experimento por propagas de su realidad, han deseado partir del estado y abarcar el nivel global.
Cabe mencionar que los gobiernos toman diferentes características en base a su desplazamiento de arbitraje en el mercado.
Así el “equilibrio de poder” manifiesta las conciernas entre Estados céntricos en desafío, así figuran contiguos de arqueos que están al tanto del precepto que ningún estado de importancia carga sobre los demás.
Sin embargo, tanto “el nacionalismo como el internacionalismo han sido frutos de las tendencias históricas del desarrollo capitalista”[2] y éstos han aprovechado para proponer apoyo a los ecuánimes de quienes exteriorizan el poder en este régimen.
Por otra parte, el sentido de paralelismo que han proseguido éstas corrientes filosóficas no han sido un requerimiento previo ineludible, sino en consecuencia de las prenses sensatas, por parte de las potencias políticas que ocupan perspectivas compendias y azotan ecuánimes concretos dentro del desarrollo, del sistema internacional.
Por ello todos los estados son universos del mundo flamante, aun cuando algunos alcanzaran reclamar afinadamente el vínculo formativo con formas políticas premodernas, por ello el procedimiento interestatal es la superestructura política de la riqueza mundial capitalista, y compone un proyecto deliberado del mundo innovador.
La propagación de la percepción “nación-Estado” ha tenido la consecuencia de agrupar las disputas ideológicas y habilidades creadas por el perfeccionamiento capitalista del Estado, que se ha transformado en el principal objeto de interés y disputa.
Una de las pretensiones recalcadas ha sido el fortalecimiento de la ostentación del Estado. Y las reivindicaciones del universalismo ha girado en torno a la derogación del Estado.
Para contextualizar es recomendable recordar que Lennin sostenía lo siguiente:
El nacionalismo burgués y el internacionalismo proletario éstos son los dos lemas hostiles e irreconciliables que corresponden a los dos grandes bandos de clase del mundo capitalista, y expresan pospolíticas (más aún, dos concepciones del mundo) a propósito de la cuestión nacional.[3]
El ecuánime dentro del socialismo no reside solamente en poner una segmentación de la compasión en las insignificancias del estado y de las potencias en modo alguno, no reside solamente en avecinar a los países, sino en componerlas.
Dando un panorama del nacionalismo surgió en primicia como contestación al imperialismo generalizado de la potencia revolucionaria en Francia, y luego como respuesta a la reacción ordenada personificada por los convenios que el Congreso de Viena lanzamiento a la Europa postnapoleómica.
El nacionalismo no fue, por separado, la forma de la franquicia de movilización social, porque durante el siglo XIX igualmente asistió a la incidencia de un pensamiento “internacionalista” de clase obrera.
Cabe recordar que los llamados colonialismos de la primera época eran en de índole expresiva en la población en área con un paralelismo de localidad baja en las que la localidad indígena fue mayoritariamente excluida.
Las formas políticas de las extensiones coloniales del siglo XIX adoptaron un cariz bastante distinto, pues consistía más en la extensión simple, directa y conectiva del Estado europea que limitaba a imponerse en los territorios “extranjeros”.
En el reino de las ideas y la ideología, el internacionalismo de las fuerzas caminantes adoptó la faceta del positivismo, cuyo, “culto a los hechos” presuponía no solo una visión muy segmentada de la realidad social sino también una enorme confianza en que las leyes universales del comportamiento o social eran cognoscibles, y que conocerlas era el objeto principal de la investigación social.
Las innovaciones del sistema interestatal admitieron sólo una envoltura de un agregado más amplio de evoluciones históricas que se provocaron en la economía mundial capitalista.
El rubro de las ventajas históricas de este período afilió sentidos contrarios. Por un lado involucraba el intento de transformar un aparato político supranacional que se tradujera en una limitación de las autoridades del Estado, por el otro, la crecimiento de las reclamaciones nacionalistas y del principio de autonomía nacional.
La apertura de la guerra entre las grandes fuerzas en 1939 conjeturó el último de una serie de frustraciones por parte de la Sociedad de Naciones y marcó su dispersión definitiva.
La jerarquía se ha sostenido, en situación distinta. Los dispositivos coloniales juiciosos se suplantaron por otros de carácter voluble, lo que a su vez conjeturó el espectro de nuevos contornos y caracteres de disputa.
“El patrón histórico del desarrollo capitalista ha resultado en la difusión de la nación-Estado como unidad característica de organización política dentro de la economía mundial capitalista, así como la ampliación geográfica progresiva y la elaboración institucional de su sistema interestatal que opera para limitar la libertad de acción de los estados que lo constituyen”.[4]
Hasta que punto se mantiene en modelos de comparación suplementarios y semejantes que operan en términos de la división del trabajo y su correlato político: el sistema interestatal.
Se puede concluir que desde un punto de vista histórico se desengancharía que el nacionalismo como pensamiento, y el significado general en los requerimientos locales y formativos se han nutrido particularmente de las continuas concentraciones de altercados que han poseído lugares en las áreas adyacentes de la economía internacional. Asimismo, las pretensiones dentro de las corporaciones han sido más agudas entre las burocracias dominantes de los Estados centrales.
BIBLIOGRAFÍA:
Immanuel Wallerstein, Geopolitica y Geocultura. Ensayos sobre el moderno sistema mundial., Kairós, Barcelona, 2007. Pág. 193-217.
[1] Immanuel Wallerstein, Geopolitica y Geocultura. Ensayos sobre el moderno sistema mundial., Kairós, Barcelona, 2007. Pág.194
[2] Immanuel Wallerstein, Geopolitica y Geocultura. Ensayos sobre el moderno sistema mundial., Kairós, Barcelona, 2007. Pág.196
[3] Immanuel Wallerstein, Geopolitica y Geocultura. Ensayos sobre el moderno sistema mundial., Kairós, Barcelona, 2007. Pág.197
[4] Immanuel Wallerstein, Geopolitica y Geocultura. Ensayos sobre el moderno sistema mundial., Kairós, Barcelona, 2007. Pág. 212-213
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