Nuche Varela Vania Lucero.
Geopolítica y Comunicación.
27 de marzo de 2009.
“LA ECONOMÍA MUNDIAL CAPITALISTA:
PERSPECTIVAS A MEDIO PLAZO”.
Las constantes dificultades que enfrenta la economía capitalista mundial, lanzan una afirmación definitiva: este sistema está destinado a extinguirse. En consecuencia, se ha despertado una preocupación global por el destino de la estructura económica-política de la sociedad; todo gira en torno a la interrogante de qué se puede esperar para los próximos cincuenta años.
Para comprender mejor la evolución de tales complicaciones en el sistema capitalista, se ha hecho una división en dos fases: la fase A de Kondratieff clásico y una fase B de Kondratieff estándar.
La fase A hace referencia a un periodo de monopolios predominantes de ciertos productos con un alto porcentaje de beneficio y donde el superávit generado no era distribuido de manera igualitaria, tanto social como territorialmente. Esta expansión monopolística finalizó a causa de la entrada de un número cada vez mayor de competidores de mercado, llevando al debilitamiento de los monopolios y por ende, al descenso en la productividad. Derivado de esto, surge un estado de estancamiento económico.
La fase B indica el alto índice de desempleo mundial entre la población trabajadora asalariada, la presencia de una etapa de competencia fuertemente politizada por el mercado mundial, una mayor concentración de capital, entre muchas otras características del estancamiento económico.
A pesar de que cada periodo muestra caras positivas y negativas, todo parece revelar una tendencia de favoritismo hacia la fase A, pues esos periodos suelen considerarse más satisfactorios para el capital mundial, e incluso para la población general.
Estados Unidos, como se ha visto previamente, se fortaleció de forma importante luego de 1945, tanto en el ámbito político como en el social, gracias a su extraordinario crecimiento económico. En virtud de ello, efectuó su poderío y ejerció su influencia cultural a través del esparcimiento internacional de su ideología del desarrollo, su liderazgo en las ciencias sociales, la cultura y las artes, además de la imposición del inglés como lengua única del sistema mundial.
El ascenso de Estados Unidos como país hegemónico despertó enormes inconformidades dentro de los países del Tercer Mundo, quienes eran los más afectados con las nuevas disposiciones del capitalismo emergente. Esta zona adquirió una gran fuerza política después de la Segunda Guerra Mundial.
Asimismo, se desataron desequilibrios políticos notables con la explosión de las guerras en Vietnam y en Argelia. En general, hubo un despertar generalizado de movimientos antisistémicos incompatibles con la hegemonía del país norteamericano.
Esto por supuesto, fue una respuesta al estancamiento económico, factor que acentuó en gran medida, el declive del poder político estadounidense, en conjunto con los resultados de la revolución de 1968: un intenso cuestionamiento a la ideología del desarrollo, la transformación de las ciencias sociales, la cultura y las artes en un terreno pluralista y multicéntrico, así como la incipiente y paulatina utilización de otros idiomas, en el orbe.
Aparece de este modo, la figura de Japón y Europa Occidental como nuevos territorios “potencia”. Supuestamente, serán éstos (más Japón que Europa) quienes se colocarán en el lugar de poder económico-político. Precisamente, Japón es el país que ha manifestado un avance superior en su desarrollo nacional, destacándose entre otros aspectos, por sus estupendas aportaciones en el renglón tecnológico y por tanto, cabe la posibilidad de una sociedad entre dicho país y Estados Unidos. Si esta situación se presenta, todo apunta hacia un sendero de control tecnológico mundial a manos de estas dos naciones.
Lo anterior significaría un primer vector dentro de las perspectivas de mediano plazo en la economía capitalista. De él, se desprenden los demás vectores: 2. una gran ofensiva europea hacia el proteccionismo, donde Europa Occidental se “aliaría”, o mejor dicho, incluiría a su zona el resto de los territorios distintos a E.U.A y Japón; 3. La proyección Norte-Sur, implicaría una participación más destacada del Tercer Mundo dentro de la producción de la economía mundial, hecho que a su vez, representaría el aumento de la explotación de las áreas periféricas y aunado a ello, el aumento del deterioro ambiental; y finalmente, el 4. La renovación de la revolución mundial de 1968: una especie de consenso entre los “nuevos” y los “viejos” movimientos para lograr una transformación social.
El recuento de estos acontecimientos lleva a la consideración de tres posibles escenarios para el futuro del sistema económico capitalista. El primero de ellos pone de relieve la detonación de una nueva guerra mundial, en la cual estaría involucrado un fatal desastre nuclear de incontables resultados.
El segundo contexto posible podría ser que la sociedad enfrente las problemáticas del sistema, es decir, su agotamiento y la amenaza latente del desastre nuclear, y por esa razón tome la determinación de reorganizar el orden existente para transformarlo en algo distinto.
Por último, el tercer escenario: el desmoronamiento del sistema mundial. La dirección trazada sería el inevitable caos social, evento que posiblemente llevaría a la conformación del nuevo orden mundial, caracterizado por ser relativamente igualitario y democrático.
Así, nos encontramos ante un contenedor de caminos viables, opciones diversas para el destino del sistema mundial, mismo que dependerá totalmente del modo en cómo se resuelvan los conflictos existentes dentro el terreno de los movimientos antisistémicos y de las ciencias, primordialmente las sociales.
BIBLIOGRAFÍA:* WALLERSTEIN, Immanuel. Geopolítica y Geocultura. 1ra. Edición, Barcelona, Editorial Kairós, 2007. 336 PP.
Geopolítica y Comunicación.
27 de marzo de 2009.
“LA ECONOMÍA MUNDIAL CAPITALISTA:
PERSPECTIVAS A MEDIO PLAZO”.
Las constantes dificultades que enfrenta la economía capitalista mundial, lanzan una afirmación definitiva: este sistema está destinado a extinguirse. En consecuencia, se ha despertado una preocupación global por el destino de la estructura económica-política de la sociedad; todo gira en torno a la interrogante de qué se puede esperar para los próximos cincuenta años.
Para comprender mejor la evolución de tales complicaciones en el sistema capitalista, se ha hecho una división en dos fases: la fase A de Kondratieff clásico y una fase B de Kondratieff estándar.
La fase A hace referencia a un periodo de monopolios predominantes de ciertos productos con un alto porcentaje de beneficio y donde el superávit generado no era distribuido de manera igualitaria, tanto social como territorialmente. Esta expansión monopolística finalizó a causa de la entrada de un número cada vez mayor de competidores de mercado, llevando al debilitamiento de los monopolios y por ende, al descenso en la productividad. Derivado de esto, surge un estado de estancamiento económico.
La fase B indica el alto índice de desempleo mundial entre la población trabajadora asalariada, la presencia de una etapa de competencia fuertemente politizada por el mercado mundial, una mayor concentración de capital, entre muchas otras características del estancamiento económico.
A pesar de que cada periodo muestra caras positivas y negativas, todo parece revelar una tendencia de favoritismo hacia la fase A, pues esos periodos suelen considerarse más satisfactorios para el capital mundial, e incluso para la población general.
Estados Unidos, como se ha visto previamente, se fortaleció de forma importante luego de 1945, tanto en el ámbito político como en el social, gracias a su extraordinario crecimiento económico. En virtud de ello, efectuó su poderío y ejerció su influencia cultural a través del esparcimiento internacional de su ideología del desarrollo, su liderazgo en las ciencias sociales, la cultura y las artes, además de la imposición del inglés como lengua única del sistema mundial.
El ascenso de Estados Unidos como país hegemónico despertó enormes inconformidades dentro de los países del Tercer Mundo, quienes eran los más afectados con las nuevas disposiciones del capitalismo emergente. Esta zona adquirió una gran fuerza política después de la Segunda Guerra Mundial.
Asimismo, se desataron desequilibrios políticos notables con la explosión de las guerras en Vietnam y en Argelia. En general, hubo un despertar generalizado de movimientos antisistémicos incompatibles con la hegemonía del país norteamericano.
Esto por supuesto, fue una respuesta al estancamiento económico, factor que acentuó en gran medida, el declive del poder político estadounidense, en conjunto con los resultados de la revolución de 1968: un intenso cuestionamiento a la ideología del desarrollo, la transformación de las ciencias sociales, la cultura y las artes en un terreno pluralista y multicéntrico, así como la incipiente y paulatina utilización de otros idiomas, en el orbe.
Aparece de este modo, la figura de Japón y Europa Occidental como nuevos territorios “potencia”. Supuestamente, serán éstos (más Japón que Europa) quienes se colocarán en el lugar de poder económico-político. Precisamente, Japón es el país que ha manifestado un avance superior en su desarrollo nacional, destacándose entre otros aspectos, por sus estupendas aportaciones en el renglón tecnológico y por tanto, cabe la posibilidad de una sociedad entre dicho país y Estados Unidos. Si esta situación se presenta, todo apunta hacia un sendero de control tecnológico mundial a manos de estas dos naciones.
Lo anterior significaría un primer vector dentro de las perspectivas de mediano plazo en la economía capitalista. De él, se desprenden los demás vectores: 2. una gran ofensiva europea hacia el proteccionismo, donde Europa Occidental se “aliaría”, o mejor dicho, incluiría a su zona el resto de los territorios distintos a E.U.A y Japón; 3. La proyección Norte-Sur, implicaría una participación más destacada del Tercer Mundo dentro de la producción de la economía mundial, hecho que a su vez, representaría el aumento de la explotación de las áreas periféricas y aunado a ello, el aumento del deterioro ambiental; y finalmente, el 4. La renovación de la revolución mundial de 1968: una especie de consenso entre los “nuevos” y los “viejos” movimientos para lograr una transformación social.
El recuento de estos acontecimientos lleva a la consideración de tres posibles escenarios para el futuro del sistema económico capitalista. El primero de ellos pone de relieve la detonación de una nueva guerra mundial, en la cual estaría involucrado un fatal desastre nuclear de incontables resultados.
El segundo contexto posible podría ser que la sociedad enfrente las problemáticas del sistema, es decir, su agotamiento y la amenaza latente del desastre nuclear, y por esa razón tome la determinación de reorganizar el orden existente para transformarlo en algo distinto.
Por último, el tercer escenario: el desmoronamiento del sistema mundial. La dirección trazada sería el inevitable caos social, evento que posiblemente llevaría a la conformación del nuevo orden mundial, caracterizado por ser relativamente igualitario y democrático.
Así, nos encontramos ante un contenedor de caminos viables, opciones diversas para el destino del sistema mundial, mismo que dependerá totalmente del modo en cómo se resuelvan los conflictos existentes dentro el terreno de los movimientos antisistémicos y de las ciencias, primordialmente las sociales.
BIBLIOGRAFÍA:* WALLERSTEIN, Immanuel. Geopolítica y Geocultura. 1ra. Edición, Barcelona, Editorial Kairós, 2007. 336 PP.
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