lunes, 30 de marzo de 2009

CAPITULO 10


Nuche Varela Vania Lucero.
Geopolítica y Comunicación.
31 de marzo de 2009.
“IDENTIDADES NACIONALES Y MUNDIALES Y EL SISTEMA INTERESTATAL”.
Las diversas corrientes político-culturales de la economía mundial capitalista actual han surgido precisamente de la mano de la evolución del propio sistema. Esencialmente, son definidas como las expresiones de las restricciones culturales impuestas por la forma que ha tomado el proceso de acumulación del capital.
Estas corrientes se originan a partir de las contradicciones de los sistemas, donde existen múltiples y muy variados estados delimitados por una única división del trabajo.
Cabe resaltar la relevancia del proceso de conversión del Estado (iniciativa nacida en Europa durante el siglo XVI) para la estructuración del sistema mundial moderno, puesto que se perseguía la transformación de la nación-Estado en el modelo político general, así como la extensión global del sistema interestatal.
De ahí que la mayor parte de las actividades políticas –si no es que todas- concentren su atención en la nación-Estado. Estos Estados se han caracterizado a lo largo de la historia por su constante interferencia en el quehacer del mercado mundial, actuando “… como aparatos centralizados de dominación de la mano de obra al servicio de la producción capitalista”
[1].
No obstante, parece ser que los mismos Estados se complican las cosas, ya que su propia existencia dentro del sistema interestatal, establece algunas limitaciones causantes a su vez de la restricción de la libertad estatal, es decir, ningún Estado cuenta con libertad absoluta para manejar las relaciones interestatales a su antojo.
De este modo hacen su aparición las llamadas fuerzas antisistémicas, quienes han luchado por propagar su efectividad, tratando vehementemente de intervenir en la conducción de los procesos de acumulación de capital mundial; además de su incesante intento de pasar el nivel estatal y llegar al supranacional o global.
Dentro del sistema interestatal encontramos dos tipos de Estados: aquellos cuya concentración de actividades es central y en virtud de ello se consideran más poderosos, por otro lado, emergen los Estados débiles, estos son, las zonas limitadas a la realización de actividades periféricas.
Esta cuestión dio pie a la definición de tendencias fundadas en los términos del “equilibrio de poder”, donde se hace referencia a las relaciones de competencia entre Estados centrales, asimismo, establece su sometimiento a políticas donde se procura la no supremacía de algún Estado sobre los demás; y el “imperio”, el cual reúne políticas imperialistas que se expresan como mecanismos dirigidos a la supeditación política de los países periféricos a los Estados centrales.
Con estas afirmaciones, se entiende que el nacionalismo y el internacionalismo surjan no sólo como simples expresiones ideológicas imprecisas, sino que simbolizan diversas tendencias político-ideológicas “… dotadas de un componente de clase variable que se deriva de los esfuerzos continuados por parte del capital y la clase obrera…”
[2]. Esto como una respuesta a las circunstancias estructurales generadas por la producción capitalista.

BIBLIOGRAFÍA:
· WALLERSTEIN, Immanuel. Geopolítica y Geocultura. 1ra. Edición, Barcelona, Editorial Kairós, 2007. 336 PP.
[1] Immanuel Wallerstein. Geopolítica y Geocultura. Ensayos sobre el moderno sistema mundial. Pág. 194.
[2] Ibídem, pág. 199.

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