lunes, 16 de febrero de 2009

LA NO REVOLUCIÓN REAGAN


ESCRITO POR IRVIN LECHUGA OTAMENDI



Al final de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos era el centro económico más fuerte del mundo, además contaba con el mejor conjunto de instituciones dedicadas a la investigación y al desarrollo.
El momento de la hegemonía estadounidense en el sistema mundial sin duda había llegado, sin embargo, requiere algo más que meros sostenes económicos, exige la capacidad de dejar atrás en producción y ventas a los principales rivales en su propio territorio.
Estados Unidos necesitaba establecer dichas instituciones para manejar las cuatro zonas geográficas más importantes del mundo: el resto de los principales países industrializados, la URSS y su área de influencia, lo que finalmente es el Tercer Mundo, y en sí, los Estados Unidos.
El problema inmediato con el resto de países industrializados más importantes radicó en que habían quedado en un estado de completa destrucción durante la guerra, y contaban con una producción demasiado escasa para ejercer como mercados significativos de las exportaciones estadounidenses en tiempos de paz. Estados Unidos producía lo que necesitaba y demandaba a un precio suficientemente bajo a causa de la Gran Depresión; por lo que Europa y Japón no tenían con qué comprar, de allí la aplicación del Plan Marshall y programas de reconstrucción.
El país del norte de América necesitaba urgentemente reforzar Europa Occidental, en especial desde que Francia e Italia, contaron con partidos comunistas poderosos, es por eso la creación de la OTAN.
Para 1950, EU se había formado por las grandes naciones industrializadas que recuperabas poco a poco su vitalidad económica.
Había tres alternativas para darle solución se engrandeciera en la tercera zona pero sólo la intermediaria funcionó: Yalta representaba simbólicamente, lo que sus detractores han aducido a una división del mundo con la llamada Cortina de Hierro que mencionaba Winston Churchill, que en realidad estaba otorgando la legitimación definitiva a una clara línea demarcatoria entre el bando socialista y capitalista
El tercer escenario era el Tercer Mundo. Estados Unidos veía las vastísimas áreas geográficas con sectores de una importancia estratégica notable, además de considerables riquezas minerales.
En la década de 1930 hubo un profundo conflicto domestico en EU, que se puso en tres frentes fundamentales:
1. La lucha de clases entre la mano de obra y el capital
2. Conflicto entre las clases medias. El desacuerdo se centraba en la cuestión de si Estados Unidos debía continuar mirando hacia adentro económicamente o debía orientar su economía hacia el comercio mundial.
3. La opresión de los negros.
Norteamérica podía presentarse ante el mundo como su fuerza dominante con un frente unido dentro de sus propias fronteras: la costa Este y el Midwest, los trabajadores y el capital, blancos y negros.
La economía mundial se hallaba en expansión constante y EU nadaba en la prosperidad ECONÓMICA.
En los años consecuentes a 1960, comenzaron a abrirse grietas en unas estructuras; entre la recuperación europea en general y el “milagro” alemán en particular por una parte, y el asombroso desarrollo de Japón por la otra, los principales aliados de EU pasaron de ser socios y beneficiarios de menor rango a considerarse de repente competidores potenciales o incluso reales.
La situación en el Tercer Mundo, empezaba a descontrolarse. Con la admisión de un gran numero de países del Tercer Mundo en la ONU, la mayoría automática estadounidense desapareció.
La Cuba de la victoria nacionalista del Movimiento del 26 de julio se transformó en algo que inspiró las revoluciones socialistas en toda América.
Tras el estallido del Colombia en 1967, la expansión económica se estancó y empezó un descenso.

Ronald Reagan trata de adoptar una posición más realista en cuanto al papel de Estados Unidos en el mundo.Quería repetir lo hecho después de la Segunda Guerra Mundial. Lo que nos deja Reagan es que la “mano dura” no es la mejor decisión para recobrar la hegemonía de EU. Uno puede sobrellevar las cosas, pero no remar en contra de ellas.



Wallerstein, Immanuel. Geopolítica y Geocultura: Ensayos sobre el moderno sistema mundial. Editorial Kairos. Primera edición. España, 2007. P.p. 336.

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