jueves, 19 de febrero de 2009

TAREA Capítulo 5 "1968"

Nuche Varela Vania Lucero.
30620927-9.
20 de febrero de 2009.

“1968: REVOLUCIÓN DEL SISTEMA MUNDIAL”.

El año de 1968, representó una etapa de cambio estructural del sistema. Esto es, porque dicho acontecimiento se dio gracias a diversos movimientos de protesta, principalmente, contra la hegemonía mundial de la actual potencia, Estados Unidos.
Este periodo tiene su base en las distintas manifestaciones de violencia que tuvieron lugar en gran parte del mundo y que constituyeron la transformación de la realidad cultural-ideológica del sistema mundial.
Dado que Estados Unidos tenía el control-por así decirlo- del mundo en todos los ámbitos (gracias a su gran crecimiento económico) e hizo manifiesta tal situación a través de un dominio político y cultural alrededor del mundo, comenzó a despertarse en los grupos “minoritarios” un sentimiento de frustración, puesto que no toleraban la manera de vivir a la cual los había sometido el nuevo sistema económico capitalista.
La expansión económica estadounidense se debió, en gran medida, a todos los proyectos que desarrolló este país, entre los que se encuentra su iniciativa de descolonización paulatina de Asia y África, la eliminación del racismo y la discriminación; y la que importa a nuestro análisis, las concesiones políticas a grupos minoritarios.
Estas concesiones, resaltaron expectativas en los aspectos político y económico, pero el meollo fue que nunca se cumplieron, y en vez de eliminar los movimientos políticos, razón por la que se formularon tales concesiones, solo lograron estimularlas.
Así, las potencias tuvieron que enfrentarse a una opinión pública desengañada que había dejado de tragarse las presiones ideológicas aplicadas por las fuerzas políticas previas. Este hecho fue el gran móvil de los múltiples movimientos de rechazo a la hegemonía estadounidense y los gobiernos opresores, que dieron pie a la revolución de 1968.
Para esta fecha, se hicieron más perceptibles los dos tipos de movimientos antisistémicos que se originaron en el siglo XIX: los movimientos sociales, quienes se oponían a la opresión del proletariado a manos de la burguesía, y nacionales, “denunciaban la opresión de personas con menos posibilidades por parte de los grupos dominantes”[1].
No obstante, sus marcadas diferencias, un objetivo común unía a ambos movimientos, alcanzar la igualdad. De igual forma, tomaron distintas formas en muchos países de todo el mundo.
Debemos resaltar un punto importante en la conformación de estos movimientos para la revolución de 1968, pues la estructura de los mismos había cambiado para este periodo. Ahora los movimientos los lideraban jóvenes, con orígenes muy diferentes a los de los movimientos del siglo anterior, es decir, habían “crecido en un mundo donde los movimientos antisistémicos tradicionales… habían alcanzado ya su objetivo intermedio de poder estatal”
[2].
Por tal motivo los nuevos y jóvenes movimientos consideraron a los precedentes ya no como una parte de la solución, sino como parte del problema, criticándolos y tachándolos de deficientes por su ineficiencia para combatir el sistema capitalista mundial, así como a su representación, concretamente, la hegemonía estadounidense.
Cada movimiento tenía su propia prioridad y entonces el campo de lucha presenció, primeramente, las disputas entre los grupos por imponer su objetivo como el de mayor importancia. Sin embargo, los movimientos antes mencionados argumentaban que los demás, perseguían fines de carácter secundario, a lo cual la perspectiva de lo que se ha denominado “la vieja izquierda”, consideraba que podían alcanzar el poder del Estado y que con ello automáticamente el resto de los problemas se solucionarían.
Ante esta postura, los representantes de las otras oposiciones, respondieron que al logro del poder por aquel sector no había puesto fin a las desigualdades que tanto los aquejaba y ni siquiera consiguieron cambiar la situación de jerarquías grupales impuestas de forma injusta.
Otro factor digno de mencionar, es la influencia ejercida en este evento por parte de la contracultura, ya que ésta parece haber acrecentado la euforia revolucionaria. Esto lo logró mediante la espontaneidad que implicó tal revolución, debido al hecho de no seguir un orden preestablecido, se requirió de una gran dosis de espontaneidad que a su vez, aligeró las costumbres puritanas en el tema de la sexualidad, rompiéndose de este modo, las represiones sociales hasta entonces existentes.
De esta forma, puede decirse que la revolución de 1968 trajo como consecuencia una propagación aumentada de los estilos de vida dionisíacos.
Se concluye entonces que la revolución de 1968, surgió como una respuesta de rechazo total al sistema capitalista que se ha venido desarrollando a partir de la culminación de la Segunda Guerra Mundial, sistema que ha engrandecido las desigualdades preexistentes entre las sociedades y aunado a ello ha desatado la “furia generalizada”.
Aunque debemos ser objetivos y no ampliar la visión pesimista que este conjunto de adversidades consigue despertar en la población mundial, puesto que la historia ha demostrado que se puede lograr un panorama más alentador con un trabajo conjunto de los grupos opositores, por medio de la unión de sus metas y una prudente alianza política.

BIBLIOGRAFÍA:
· WALLERSTEIN, Immanuel. Geopolítica y Geocultura. Ensayos sobre el moderno sistema mundial. Traducción de Eugenia Vázquez Nacarino. Cambridge University Press, Editorial Kairós, 1991. 335 PP.


[1] Immanuel Wallerstein. Geopolítica y Geocultura. Pág. 98.
[2] Ibídem, pág. 99.

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