Tripp Arcos Diego Armando
El sistema mundial moderno como civilización
La “civilización” supone una serie de procesos que hacen a los seres humanos menos “salvajes”, menos “animales” y más civiles. Por otro lado “una civilización” se refiere a un conjunto de costumbres, estructuras y cultura.
La Revolución Francesa llega a legitimar la idea de la construcción y la manipulación de un orden social, con lo que también se denota el surgimiento de las ciencias sociales. En tanto que el nacionalismo es una connotación política que data de la era napoleónica.
A la par nacerán los conceptos de universalismo y particularismo y que seguirán presentes en épocas sucesivas. El universalismo llega a convertirse en ideología porque se concibe como un objetivo a largo plazo, es decir, como un ideal de del estu quo social.
De forma posterior en marxismo será entendido como una recapitulación entre la civilización y la cultura occidental. En tanto que las visiones baconiana-cartesiana-newtoniana se oponían a la magia a través de la ciencia. Max Weber es el único que logra sintetizar estos conceptos para entender el “desencantamiento del mundo” o la “desmagización del mundo”.
A su vez Sigmund Freud, en El malestar en la cultura, plantea la civilización como un sacrificio que mutila de alguna manera la naturaleza del ser humano. Lo extraño es que Freud y Weber se limitaron en sus planteamientos en cuanto a la civilización y la vida humana.
Por otra parte, una crisis histórica supone el declive de un sistema histórico, por lo cual también se acerca una nueva opción histórica y sobre todo de tipo social; ya que el origen de la crisis se encuentra en las contradicciones y conflictos que existen desde el interior.
Los sistemas mundiales logran una gran organización en la división del trabajo, por eso muchos de ellos se posicionan demasiado rápido, aunque no todos corrían con la misma suerte, porque se contraían de forma constante, además de que marchaban gracias a otros muchos procesos culturales.
Sin embargo, llegó un momento en que la economía tenía una solides nunca antes vista y se arraigó como un sistema de corte capitalista. Tomó tal fuerza que para finales del siglo XIX era el único sistema histórico en el mundo, por lo que el concepto de “civilización” se convirtió en el argumento de ese nuevo sistema global, es decir ese capitalismo suponía un avance conveniente y beneficioso porque era “civilizador”.
A la par, el término “civilizaciones” se vuelve la bandera para detener las acciones transgresoras de la única e innovadora “civilización”. Lo cierto es que en la actualidad sólo existe un sistema funcional persistente.
Lo anterior no quiere decir que no existan algunas opciones para cambiarlo. Una de ellas es que este sistema se divida, pierda su fuerza y existan otros tantos. Otra opción es que este sistema se extinga y se cambie por uno diferente en todos los aspectos. Y también pudiera ser, que se construya un sistema igualitario democrático, que no sólo beneficie a unos cuantos.
Aunque parezca lo contrario, es sistema mundial capitalista no representa un verdadero proceso en comparación con otros sistemas anteriores; en cambio, trae más conflictos que soluciones. Tampoco el avance tecnológico supone un camino hacia algún sistema determinado, por lo que no se puede asegurar que la tecnología llegue a revolucionar los aspectos de la vida social.
Quizá las únicas posibilidades de cambio se encuentren en los movimientos antisistémicos, pero estos también tienen sus limitantes y sus contradicciones que no se aclaran de manera fácil. Por lo que no queda muy clara la dirección que toma este nuevo orden social, pude guiar al mundo a confirmar la desigualdad o cambiarla por lo menos un poco.
Lo que si es claro, es que el sistema tiene que modificarse en algún momento para el bien de todos o al menos de la mayoría. También debe quedar claro que aún no llega el fin de la historia y mucho menos el fin de la civilización, como se supone o se pretende creer. Aún es posible enriquecer al mundo y llevarlo a un nuevo orden a través de las particularidades y las innovaciones de cada individuo en cada rincón del globo. Nadie tiene el poder de mutilar y frenar a la inteligencia humana, todavía hay bastante por hacer y mucho por reinventar.
Bibliografía: Immanuel Wallerstein. Geopolítica y Geocultura. Kairós. España. 2007. Pp. 297- 318
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