domingo, 17 de mayo de 2009

La Unidad Europea y sus Repercusiones en el Sistema Interestatal




Adriana Mondragón López



En el mundo contemporáneo un hecho que marcó relevancia en el hecho de que Europa se consolidó como el continente con menor violencia, a pesar de haber librado dos guerras mundiales en su territorio.

Europa se encontró resguardado en la misma guerra fría debido al temor que se vivía bajo la constante amenaza de que tras cualquier acto de violencia en Europa se podría desatar una guerra nuclear.

De igual forma Europa se mantuvo más estable políticamente que Asia, África o Latinoamérica y la explicación de tal estabilidad reside en la guerra fría.

En 1947 se comenzó a hacer notoria la posición que comenzaron a tener los gobiernos durante la guerra fría, tal tendencia se institucionalizó en la OTAN y el Pacto de Varsovia.

Hubo lugares en los que transcurrieron cambios políticos importantes, pero se sucedieron principalmente porque ni tanto los Estados Unidos como la URSS fueron capaces de impedir dichos cambios.

Los gobiernos tanto de Estados Unidos y la URSS comparten intereses en común: Europa. Por tal razón evitaban cualquier conflicto en dicho territorio.

Alemania se consolida como el país más poderoso y central del continente. Un legado que aún subsiste de aquella derrota es la creación de dos estados alemanes, cada uno adscrito a un bando distinto de la guerra fría.

Ninguna superpotencia podía llegar a tolerar la posibilidad de que su aliado fuese engullido por el aliado del otro bando. La cuestión que intenta esclarecer el autor, es si la guerra fría perdurará por mucho tiempo.

Desde 1945 la economía capitalista mundial comienza una continua expansión, marcada por ciclos largos, regulares, se trata del mayor período económico expansivo en la historia de la economía mundial en términos de producción absoluta, productividad mecanización, urbanización y proletarización mundial.

En 1950 Estados Unidos podía superar la producción de todas las demás zonas de la economía mundial en todos los ámbitos. Una vez alcanzado un nivel de producción tan alto, las consecuencias remiten a la escasez de clientes. Por tanto, Estados Unidos tenía que obtener clientes concentrándose en Europa Occidental, aunque también existían razones políticas. Sin embargo, para 1970, cuando la economía mundial había entrado ya en su fase B de estancamiento, la planta productiva básica de Europa Occidental y Japón había sufrido una enorme expansión y en muchos aspectos había alcanzado las estructuras estadounidenses.

La guerra fría conjeturó la culminación de una batalla intelectual entre liberalismo y marxismo que arranca en el siglo XIX.

En la economía mundial hay reorganización económica en marcha. Los años 70 y 80 marcan el período en el cual se produjo una redistribución considerable.

La iniciativa más espectacular sería un movimiento hacia la unidad europea, un movimiento que cerrara una división de Europa que instaura un legado fundamental de la segunda guerra mundial.

La unificación de Europa en algún tipo de estructura económica común plantearía el mismo problema, multiplicado varias veces, de la incorporación primero de Grecia y ahora de España y Portugal a la comunidad económica europea (CEE).

Las alianzas entre trasnacionales tendría consecuencias políticas. Una de ellas afectaría a las relaciones entre ambos estados, el estadounidense y el japonés.

La segunda consecuencia política consistiría en un cambio del equilibrio político interno dentro del establishment norteamericano.

Amenazada por la regresión económica frente a una nueva red multinacional y multiestatal que habría sabido aprovechar el potencial de mercado de China y tal vez cada vez más de ciertas zonas del sur vastas, relevantes y sólidas políticamente, no sería extraño que Europa Occidental empezara a sentirse, como la URSS rodeada por un mundo potencialmente hostil. Cabe la posibilidad de que tanto Estados Unidos como la URSS sufrieran un brusco aumento del desorden interno.

El temor y el constante malestar que enfrentaban la sociedad, obligaron a ambos gobiernos a invertir una cantidad considerable de dinero y energía, con el propósito de no sólo ayudar a resolver ciertas problemáticas, sino que en ellas había intereses políticos, principalmente, que eran ajenos a la otra potencia.



Bibliografía:

Wallerstein, Immanuel.
Geopolítica y Geocultura: Ensayos sobre el moderno sistema mundial. Editorial Kairos. Primera edición. España, 2007. P.p. 336

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