lunes, 18 de mayo de 2009

La no revolución Reagan


Geopolítica y comunicación 
García Lerdo de Tejada Erick Alejandro

Los Estados Unidos son una nación de la cual los conceptos de poder, dominio e intromisión podrían ser sus sinónimos perfectos. Es un país famoso por meter las narices donde no le llaman, lo cual ha derivado en su propio beneficio ante la mirada impotente y atónita de los países que poco o nada pueden hacer ante la explotación y abuso de los que son víctimas.

 

Con esto no pretendo justificar las aberraciones alemanas, pero la Segunda Guerra Mundial marca, si no el inicio del crecimiento gringo, su súbita y fuerte propulsión hacia el monopolio del poder mundial. No solo fueron los últimos invitados importantes (o, mejor dicho, colados relevantes) de la guerra, sino que también fueron quienes salieron mejor librados y los únicos que obtuvieron condiciones óptimas de desarrollo como resultado de su participación.

 

Toda Europa y Japón se encontraban en una situación de desastre y ruina, y el Tercer Mundo nunca ha sido competencia. Estados Unidos estaba feliz. Feliz por la posibilidad de tener un crecimiento enorme sin que nadie se atreviese a ponerle un alto y de sentir que tenían en sus manos el poder sobre el mundo.

 

Sin embargo, la situación de Estados Unidos no vendría libre de problemas y preocupaciones. La rápida industrialización estadounidense generaba la necesidad de compradores más allá de sus fronteras, los cuales estaban imposibilitados económicamente por las consecuencias de la guerra; lo cual obligó a Estados Unidos a crear convenios de desarrollo y financiamiento de estos países.

 

Además, la situación interna del país se caracterizaba por una alta tensión, puesta en pausa durante la guerra, en temas como el racismo a la raza negra, la lucha entre intervensionistas y aislacionistas, y la formación y lucha de sindicatos; lo que provocó que el gobierno se viera obligado a intentar mantener al margen estos problemas para evitar una influencia negativa en los asuntos externos del país.

 

Pero ninguna de estas cuestiones les resultaba tan preocupante como la URRS. Una nación fuerte en ideales y en estructura, cuya forma de gobierno hacia temblar a la nación más poderosa del mundo. El socialismo fue pronto tachado por EU como la noción contraria a lo que ellos querían parecer representar para el mundo: libertad y democracia.

 

El Tercer Mundo fue tomado en cuenta por los Estados Unidos solo cuando se dio cuenta de su valor estratégico fundamentado en materias primas, pero sobre todo, al percatarse de lo fácil que sería a la URSS convertir al socialismo a estas políticamente débiles naciones.

 

Mediante apoyo económico, EU buscó la formación de alianzas estratégicas mediante el apoyo a países del Tercer Mundo. Estados Unidos siempre se ha creído en libertad de hacer con el mundo lo que se le plazca, pero esta situación fundamentó parcialmente dicha creencia con ejemplos como la mayoría obtenida en cada una de sus resoluciones ante la ONU.

 

Todas las clases sociales en Estados Unidos se vieron recompensadas por un motor económico que no parecía tener para cuándo detenerse.

 

No obstante, el mundo que los había visto crecer estaba reviviendo de sus cenizas. Japón, Alemania y gran parte de Europa consiguieron un avance muy significativo en los frentes sociales, políticos y económicos. Y el Tercer Mundo estaba ansioso de formar parte de las decisiones mundiales tanto como pudiera; así se aceptaron a varios países en la ONU, finalizando la hegemonía estadounidense en dicho organismo.

 

Repentinamente, la economía que había tenido una expansión casi increíble desde principios de los años cincuenta, se encontraba en franco declive al inicio de los setentas.

 

Esto provocó una ola de problemas que llevaron a Estados Unidos a votar por Ronald Reagan para presidente. Él prometió regresar al país a la vía del desarrollo y de volverle su prestigio internacionalmente mediante, faltaba más, la imposición de la mano dura. Reagan se vendió como una máquina de matar, pero terminó mostrándose como un cachorrito tanto en acciones como en logros.

 

Lustros han pasado desde el final de la administración de Reagan. ¿Qué ha cambiado? Estados Unidos comenzó a ser más discreto en sus acciones en pro de su dominación mundial (no precisamente hablando de territorio), pero las recientes guerras en Irak y Afganistán dejan en claro que las administraciones norteamericanas gustan de inmiscuirse en asuntos ajenos desde hace años. Y no parece que eso vaya a cambiar.

 

Bibliografía

WALLERSTEIN, Immanuel (trad. Eugenia Vásquez Nacarino). Geopolítica y geocultura, Cambridge: Kaidós, 2007.

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