martes, 12 de mayo de 2009

Nuche Varela Vania Lucero.
Geopolítica y Comunicación.
8 de mayo de 2009.

“EL SISTEMA MUNDIAL MODERNO COMO CIVILIZACIÓN”.

Cuando se hace referencia al término civilización, se vislumbran dos acepciones: primero, dotada de connotaciones positivas, la civilización se concibe como los procesos -y sus resultados- que han transformado a los seres humanos haciéndolos más “civiles”: alejándolos del estado primitivo y salvaje del resto de los animales. En la segunda interpretación, la civilización es un proceso particular de cosmovisión, estructuras, costumbres y cultura, un compuesto histórico que coexiste con otras variantes del fenómeno aquí tratado.
Nos encontramos entonces, ante un inconveniente de ambigüedad de civilización-civilizaciones. En el sistema mundial moderno, surgen evoluciones fundamentales para el desarrollo del mismo. Es decir, el proceso de civilización es un producto histórico y se da por la necesidad de ir avanzando en los diversos ámbitos de la vida social; en este sentido, civilización implica ser vista como el progreso de la humanidad social.
Por lo tanto, la civilización se ha calificado como el proceso civilizador que establece la oposición a la barbarie. Esta consideración singular de civilización, surgió a mediados del siglo XVIII y significaba el triunfo de lo racional-experimental, la supremacía de la intelectualidad que se promulgó en las voces de los ilustrados, quienes percibían en la civilización “un ideal moral”.
La Revolución Francesa y los ejércitos de Napoleón se vieron como portadores de una idea universal: la civilización. En cuanto a la Revolución Francesa, fue determinante puesto que “… legitimó la idea de la construcción y reconstrucción deliberada, manipulada de un orden social como nada antes lo había hecho.”[1] Ello derivó una consecuencia de índole intelectual, ya que si se podía construir un mundo social, por consiguiente habría oportunidad de analizar las alternativas a través de un estudio meticuloso. Se abrió así un panorama nuevo: las ciencias sociales aparecieron en el siglo XIX.
Volviendo al tema del universalismo francés, es prudente señalar que muchos europeos, previamente manifestados afines a aquél, de manera rápidoa despertaron su sentimiento nacionalista y se opusieron al imperialismo francés. Por lo que el escenario cambió para distinguir a la civilización de la universalidad, o sea, verla como una particularidad.
La problemática gira pues, en torno a la estructura del propio sistema social histórico (en concreto nos referimos a la economía mundial capitalista), donde el fundamento es una evidente jerarquización y desigualdad, provocando de ese modo, que el universalismo no tenga otra forma de entenderse que a manera de ideología: las ideas dominantes son las de la clase dirigente, la cual impone su filosofía a la clase dirigida.
Por supuesto, la ciencia también tiene su importancia en este asunto. En la medida en que el individuo abriera su entendimiento a las cuestiones de la naturaleza en un modo racional y se inspirara en un espíritu meramente científico, se convertiría en un ser civilizados. Desde esta perspectiva, la ciencia fue el medio para “desencantar al mundo” de las concepciones religiosas y costumbres intensamente arraigadas.
Con todo esto, es posible encontrar una relación entre la ciencia y el capitalismo. Entendida como el “desencantamiento del mundo”, la ciencia ha contribuido a generalizar los conceptos y el conocimiento, lo que a su vez ayuda al capitalismo, el sistema donde la civilización se basa en una búsqueda razonada de nuevos beneficios.
BIBLIOGRAFÍA:
*WALLERSTEIN, Immanuel. Geopolítica y Geocultura. Barcelona, Editorial Kairós, 1991. Págs. 297-318.

[1] Immanuel Wallerstein. Geopolítica y Geocultura. Pág. 299.

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